Más feliz que una perdiz y con 70 euros menos, abandonamos la notaría no sin júbilo. Ahora sólo nos quedaba volver a la comisaría, entregar toda la documentación, pagar la multa y largarnos de allí.
JAJAJA.
De vuelta a la comisaría y tras cerciorarse que entregaba todos requisitos que me habían pedido, el funcionario rebusca en una carpeta el expediente al que está adosada mi licencia mediante un clip. Por descontado, nada está informatizado. Firmo en un libro de registro y me devuelve la licencia junto con la multa. Le pregunto sobre el cobro de la misma y me responde dándose la vuelta con un encogimiento de hombros. No sé qué pensar, o sea, ¿me devuelven la licencia después de toda esta gincana sin pagar la multa?
Al salir se lo cuento a Marta y lógicamente le parece también extrañísimo... Como sólo nos ponemos ya en lo peor, nos imaginamos en la aduana retenidos en un cuartucho por intentar abandonar el país sin pagar la sanción, así que decidimos volver a entrar y preguntarle a nuestra amiga de la entrada dónde demonios se paga la multa... Cuando nos hacemos entender nos responde "BANK, BANK" pero con la mirada nos está diciendo que no tiene ni la más remota idea de dónde es... Nos despedimos de ella y la dejamos relajada tras un cristal de dudosa trasparencia.
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